Por Ramón Lora
SANTIAGO, REPUBLICA DOMINICANA.-Una mañana fría del mes de diciembre del año 1981, en la vetusta edificación del entonces meridiano La Información , que para esa época estaba ubicado en la calle Máximo Gómez, de Santiago de Los Caballeros, se desarrollaba con normalidad la edición de ese diario.
Todo iba viento en popa hasta que Don Armando Almánzar, jefe de redacción, comenzó a exigir la entrega de una fotografía que estaba pautada para la primera página de ese día.
Era editada por el periodista Claudio Concepción, encargado del fotograbado (un aparato procesador de fotografías), pero estaba retrasado por inconvenientes técnicos.
Para agilizar el proceso, el diario constaba con los servicios de un mensajero interno, llamado William, un joven juguetón y perezoso, que se encargaba de recoger en la redacción las informaciones de los periodistas y las llevaba a Don Armando.
Cuando se producía un retraso, Don Armando, periodista defensor del perfeccionismo y celoso guardián del buen uso del idioma, comenzaba a refunfuñar y su faz se ponía bastante colorada, “como un tomate”, como se dice en buen dominicano.
Más todavía, era insistente cuando se aproximaba “la hora pico” y sospechaba que esto podría representar un retraso para la salida del periódico. William, el mensajero, ya había ido dos veces a “visitar” a Claudio en busca de la fotografía, pero regresaba sin ella. Claudio le decía: “Dile que casi esta lista”.
De retorno, en su “tercer viaje”, el mensajero le advirtió que Don Armando estaba enojado y colorado y que, por esta circunstancia, era indispensable agilizar la terminación de la imagen.
Ante el retraso evidente, William comunicó a Don Armando que la foto no estaba disponible.
En ese momento, comenzó el reperpero. Visiblemente molesto –como era su costumbre en estos casos- se levantó de su asiento, salió de su oficina, caminó hacia el frente de la redacción que estaba situada en la segunda planta y protagonizó un incidente que se desarrolló de la siguiente manera:
-Claudio, Claudio- vociferaba don Armando a “todo pulmón”, mirando hacia arriba, es decir, hacia la redacción.
Ante el llamado insistente, Claudio caminó hasta la galería de la redacción, miró a Don Armando y guardó silencio.
Don Armando, con su faz enrojecida, motivada por la ira le dijo: “habla maldito, dónde está la fotografía, coño”…
-Don Armando, por favor, déme tiempo que estoy en eso- respondió Claudio.
-Tú tienes la mañana entera y no ha hecho nada – le contestó Don Armando.
-Usted me tiene cansado –dijo Claudio- “es más, yo quiero que usted me liquide”.
Esta expresión agotó la paciencia de Don Armando, quien, de manera contundente, le respondió: “Sí, maldito, te vamos a liquidar, pero con un sable”.
Esta reacción provocó preocupación en el personal de la redacción, especialmente entre los reporteros que habían llegado recientemente (Carlos Manuel Estrella, Anselmo Silverio, Osiris García y Ramón Lora), quienes, murmuraron, en voz baja, “ay papa, que carácter más severo tiene el jefe”.
Después de esta discusión, Don Armando sonrió y se retiro a su oficina, Claudio volvió a su fotograbado, terminó su fotografía y al mediodía –como siempre- todo disfrutamos de la edición del diario.
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Claudio Concepción, oriundo de Santiago, fue redactor y columnista del periódico La Información ,
productor del programa de televisión a Todo Color Claudio y Director de relaciones públicas del Instituto del Tabaco. Don Armando Almánzar, falleció en Santo Domingo y fue sepultado en Moca, su ciudad natal.
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