lunes, 5 de noviembre de 2018


Asaltantes del Royal Bank desafiaron a Trujillo y actuaron estimulados por “seres” y una película de vaqueros

• Desde la izquierda, Evaristo Benzán Carmona, Cristóbal Martínez Otero, José Ulises Almonte Almonte, Luis A. Sosa, Bienvenido Pichardo Saleme, Eudes Maldonado y su hermano Manuel Maldonado Díaz.

• Por Ramón Lora/www.ramonlora.info

SANTIAGO, República Dominicana.- Sí, es verdad, asaltar un banco en la Era de Trujillo era más que un desafío al Jefe y a su dictadura inclemente. Pero aquel 6 de noviembre de 1954, hace mañana 64 años; un hombre, Eudes Bruno Maldonado Díaz, creyente practicante de brujería y devoto del “Príncipe Carmelo”, un “ser espiritual” para él; e inspirado en una película de vaqueros que vio en un cine, decidió planificar y ejecutar, junto a otros seis amigos, un asalto al The Royal Bank of Canadá, de origen canadiense; que estaba ubicado en la calle Presidente Trujillo, actualmente, Calle Del Sol, de esta urbe cibaeña.

• Eudes Maldonado
A ese tenor, serían las 9:05 de la mañana del 6 de Noviembre de 1954, cuando Eudes y su equipo, conformado, además, por su hermano Manuel Maldonado Díaz, José Ulises Almonte y Almonte, mecánico y chofer del carro Ford que utilizaron; Cristóbal Martínez Otero, Evaristo Benzán Carmona, Luís Sosa y Bienvenido Antonio Pichardo Saleme, (alias El Chino),  penetraron a la sucursal bancaria.

En realidad, el banco no estaba abierto al público los sábados, pero los asaltantes entraron cuando un empleado abrió la puerta. Eudes, estaba vestido de teniente de la Policía Nacional. Penetraron  normalmente para simular que se trataba de un asunto oficial.

Según el relato, Eudes  preguntó en la secretaría por el señor Gerente Luis Rodríguez Sánchez, a quien  dijo: "Vengo con órdenes superiores a realizar una investigación con carácter oficial''. Acto seguido, el Administrador bancario se puso a la disposición para lo que fuere necesario.

Los otros supuestos militares eran Vinicio Disla, (de Mao); Evaristo Benzán, Cristóbal Martínez, José Ulises Almonte Almonte, Luis Emilio Sosa, Bienvenido Pichardo, alias (el chino) y Manuel Maldonado Díaz, este último hermano de Eudes, es decir, los demás integrantes que sequitaban a Eudes.

Luego de su breve conversación con el gerente, Eudes volvió al grupo, se dirigió a Vinicio Disla y le ordenó: "Entre Sargento", y éste, a su vez; le contestó, "enseguida Teniente"; y entró junto a los demás quienes se dispersaron tranquilamente en el interior aguardando la orden para actuar.

A seguidas, Eudes simulando una revisión, abrió y cerró gavetas, tomó y entró documentos y hacía mención constantemente del Coronel para de esta manera simular más la creencia de que eran militares. Para esa época el Coronel de la plaza era Loduvino Fernández.

En el proceso y luego de las revisiones, Eudes ordenó al gerente que abriera la Bóveda y éste le contestó que era necesaria la presencia del subgerente-contador Julio Zeller Cocco y la del encargado de cuentas corrientes Gregorio Beltrán, pues, según dijo, ellos tenían las restantes combinaciones de la bóveda.

• Local de Royal Bank of Canada
Fue, entonces, cuando Eudes solicitó al gerente escribir un mensaje a Beltrán en el cual le ordenara que se presentara rápidamente al banco porque su presencia era indispensable. La nota fue remitida con la conserje Mercedes Lantigua, quien fue acompañada por José Ulises Almonte y Almonte, chofer del grupo. Beltrán, inocentemente, se presentó y  abrió la bóveda.

Luego, el personal bancario comenzó a notar ciertos movimientos extraños y lograron darse cuenta del engaño e intentaron rebelarse y es ahí cuando se produce un forcejeo, golpean al subgerente Zeller Cocco, quien quedó inconsciente y abandonado en el patio de la institución; el cobrador Francisco Persia Rodríguez y el mensajero Manuel Fernández Núñez tuvieron la mala suerte de caer abatidos por los disparos producidos en la escena y los restantes fueron introducidos en la bóveda y los asaltantes se llevaron la suma de $149,268.00.

De inmediato, consumado el asalto, con un resultado de dos muertos, un herido y siete personas identificadas como
Mercedes Lantigua, Juan Lorenzo Sarnelli, Dagoberto Rodríguez Camacho, George Beltrán, María Machado de Pérez y José Alfredo Victoria, encerradas en la bóveda; los asaltantes abandonaron el lugar, pero antes, Eudes, dejó una nota sobre uno de los escritorios que rezaba: "Coronel, misión cumplida", con lo que quiso implicar, tácitamente; al Coronel Loduvino Fernández, comandante de la plaza en Santiago. El carro Ford, fue conducido por José Ulises Almonte Almonte, un reconocido mecánico. En el automóvil, viajaban, además, Eudes y su hermano Manuel Maldonado Díaz, Vinicio Disla y Ramón Emilio Martínez, quienes salieron hacia Ciudad Trujillo que distaba a 170 kilómetros  de Santiago en esa época.

Ciertamente, llegaron rápido a la capital. El automovil que usaron fue preparado por Almonte y Almonte para que desarrollara mayor velocidad. En consecuencia, llegaron en hora y media, cuando lo normal era tres o cuatro horas, pues, la vía era muy accidentada y tenía muchos hoyos y obstáculos.

De manera espectacular, en una hora, a lo sumo; dejaron al personal encerrado en la bóveda, ultimaron al cobrador Francisco Antonio Persia Rodríguez y al mensajero José Manuel Fernández Núñez porque mantuvieron siempre la vista fija en los rostros de los asaltantes y podían reconocerlos posteriormente. El cadáver de Núñez fue encontrado en un armario destinado a guardar papeles. Fue golpeado y estrangulado por los asaltantes, que hicieron lo mismo a Persia Rodríguez, en el interior de un baño.

Que “dijeron los seres”  a  Eudes

Ejecutado el asalto, se marcharon para Ciudad Trujillo y no fueron  molestados en los puestos de chequeos los cuales estaban a cargo del Ejército. En el juicio que se les siguió, Eudes,  reveló, que "los seres" le habían dicho que no tendrían problemas con los registros, pero que fracasarían sí había sangre.

Eudes, ante los jueces, dijo que creía en la hechicería y que siempre se asesoraba de "los seres espirituales" antes de ejecutar una acción peligrosa. Y sobre el asalto, agregó, que “El Príncipe Carmelo” se le “montó” y le dijo que todo saldría bien, excepto que hubiera sangre. El le prometió que no habría sangre, pero ocurrió lo contrario.

Según el expediente judicial, Eudes reveló que en el asalto "no hubo jefe. Y añadió: “El “ser” nos habló a todos y todos nos confiamos las confidencias". “La inspiración para cometer el asalto surgió luego de ver una película de vaqueros en un cine, en la cual varios hombres asaltaban un banco”, agregó.

En relación al cobrador Fernández Núñez, dijo que hubo que matarlo porque lo reconoció; y al mensajero Persia porque tuvo la mala suerte de llegar en el preciso momento en que el grupo se disponía a abandonar el banco.

Sobre las armas utilizadas en el asalto, se demostró ante el tribunal, que pertenecían a dos agentes policiales asesinados en octubre, un  mes antes del asalto. Uno de ellos, era casi vecino de Eudes.

Para mayor seguridad, Eudes dispuso, al llegar a la capital, que el dinero fuera guardado en diferentes lugares. Una parte en la calle José Martí número  271; otra en la calle Francisco Henríquez y Carvajal número 143, donde vivía; y el resto en la calle María Montez 175, en la cual residía Cristóbal Martínez Otero.

Como fueron descubiertos

Para su desgracia, cuando Eudes y su grupo llegaron al banco, un vendedor de billetes le ofreció en venta uno que coincidía plenamente con la placa del carro en que llegaron, lo cual molestó muchísimo a Eudes, pero no hubo consecuencias. Luego, ese billetero aportaría el dato a las autoridades.

Ante el desafío y la gravedad del hecho, el dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina  se puso personalmente al frente de las investigaciones y trascendió que la noche del asalto estuvo hasta la madrugada en su despacho del Palacio Nacional y se movilizaron todos los organismos de inteligencia y de seguridad del Estado.

Esto permitió conseguir otra  pista sobre el hecho. El raso de la policía de tránsito Simón Tadeo Guerrero González, estaba de servicio cuando pasó el carro por la otrora avenida Gefrard, actual Abraham Lincoln, a esquina George Washington.

Al respecto, Tadeo Guerrero diría luego que el auto era conducido por una persona con camisa negra y de cuello alto, por lo que creyó que era algún sacerdote en apuros, razón por lo cual no lo detuvo, pero al enterarse del asalto, comunicó a sus superiores tales datos, incluido el número de la placa del carro, que era 3331.

Más apresados

Luego de pesquisas y persecuciones, finalmente; ya el domingo, al día siguiente del asalto, específicamente a la 1:30 de la madrugada; los asaltantes estaban presos. Seis fueron detenidos en la capital y Pichardo Saleme, (alias El Chino), en San Pedro de Macorís.

Se dice que Manuel Vinicio Maldonado Díaz, “hermano de crianza”  de Eudes, a quien los padres de Eudes les habían dado los dos apellidos;  fue el delator de los demás porque entendió que si cooperaba con las autoridades le iría bien, una verdadera ingenuidad en una dictadura. La primera vivienda en ser allanada fue la del chofer Ulises Almonte y Almonte, en la calle José Martí 271, donde también fue detenido Vinicio Maldonado Díaz, en el momento en que se bañaba.

Es oportuno recordar que el proceso judicial se inició en Santiago el 9 de noviembre, es decir tres días después. En vista de que los acusados dijeron no tener dinero para pagar abogados que les defendieran, se les asignó un abogado de oficio, el doctor Orlando Cruz Francisco.

Otros implicados

Según las investigaciones, otras personas estarían implicadas en el asalto a quienes se les asignó como abogado defensor al licenciado Juan Tomas Mejía Feliú quien ostentó la representación de Modesta Báez de Almonte, esposa de José Ulises Almonte Almonte; y de Horacio Nelson Maldonado Díaz, Franklin Christopher Peña y Ricardo Christopher Peña. Asimismo, el jurista Héctor Barón Goico, asistió a Luís María Torres, Miguel Olavarrieta, María Marina y Normanda Maldonado Díaz, estas últimas hermanas de Eudes. La acusación que pesaba contra las mujeres era porque alegadamente vigilaban las actividades del banco para informar con un silbato a los asaltantes, en caso de que se presentaran inconvenientes. 

A petición del fiscal Joaquín Santaella, Luís Manuel Torres Peña, fue descargado por insuficiencia de pruebas, pues solamente prestó su carro sin saber que sería utilizado en el asalto. También fue descargada por el mismo motivo María Modesta Báez de Almonte. El público que abarrotaba el tribunal prorrumpió en aplausos al oír la decisión. Ese mismo fiscal fue quien solicitó que los asaltantes fueran condenados a 30 años de prisión.

Este acontecimiento estaba latente entre los dominicanos, especialmente entre los santiagueros, quienes acudían masivamente al Palacio de Justicia que estaba ubicado en el centro de la ciudad. Incluso, se recuerdan algunas expresiones de ciudadanos después de la condena, entre ellas, “ Viva Trujillo”, “Que gobiernazo tenemos”...

Las condenas y la Ley de Fuga

La sentencia condenatoria fue dictada la madrugada del martes 14 de diciembre de 1954. El juez Nicomedes de León condenó a 20 años de prisión a Ramón Maldonado Díaz, José López, Félix Rolando Maldonado Díaz y Luz Filomena Taveras Ventura. Eudes y los demás asaltantes directos fueron condenados a 30 años de prisión.

Con gran habilidad, Trujillo conmutó la pena a los acusados. Sin embargo, el 15 de diciembre de 1954, un día después de la sentencia, los condenados fueron llevados a realizar labores de chapeo o trabajos públicos al sitio denominado Los Platanitos o Ensanche San Rafael, cerca del Estadio Cibao y según se publicó en aquel entonces, fueron ultimados cuando trataron de fugarse.

Posteriormente, los siete cadáveres fueron sepultados en el Cementerio de la calle 30 de Marzo de Santiago, donde aún permanecen y para intimidar y dar “un ejemplo”, las autoridades convocaron a los ciudadanos a observar a los muertos dispersos en el área.

Apresan al coronel Loduvino Fernández

En lo que se ha estimado como una “jugada maestra de Trujillo”, para simular que no había dado la orden del fusilamiento de los asaltantes, de inmediato, el jefe de la plaza militar, el coronel Ludovino Fernández fue requerido desde Santo Domingo y en horas de la tarde fue enviado bajo arresto y degradado a Santiago, para ser juzgado por el crimen cometido.
Más aún, el coronel Fernández fue puesto a disposición de la Justicia por el propio Trujillo, a pesar de que la Junta Investigadora recomendara que lo juzgara un Consejo de Guerra. Sin embargo, el 10 de enero de 1955, recuperó su libertad al ser "absuelto" por la justicia. El tribunal dictaminó que no se demostró que el acusado participara "ni directa ni indirectamente" en los hechos que motivaron su sometimiento a la Justicia. También fue investigado por la nota que dejó Eudes en el escritorio del banco y por las constantes menciones que hacía del coronel. 
Asimismo, el jefe del Ejército, mayor general Virgilio García Trujillo, fue degradado a general de brigada “porque en su calidad de Jefe de Estado Mayor del Ejército no tomó “medidas adecuadas de previsión”, dirigidas a evitar el fusilamiento de los presos. 
En otro acto de ficticia sensibilidad, Trujillo también ordenó la entrega de un cheque de mil pesos a Giselda y a Romalda Maldonado Díaz, hermanas de Eudes, quienes supuestamente le habrían escrito una carta manifestándole su conformidad con la decisión del tribunal que condenó a sus hermanos.
Como era Eudes Maldonado

El periódico El Caribe lo describió, en aquel momento, como un hombre "esbelto, de porte elegante, facciones finas, labios enérgicos y ojos pequeños, vivaces y escrutadores". Según el mismo periódico, Eudes miraba al público congregado en el tribunal "con indiferencia y con cierto aire de arrogancia", aunque después se mostró sumiso y respetuoso ante el tribunal.

La represión contra los  familiares de Eudes
La represión contra los familiares de Eudes, principalmente, por parte de la dictadura fue terrible. Muchos santiagueros recuerdan que se estableció “un cerco militar” en la residencia de los padres de Eudes, ubicada en la parte bajada de la ciudad de Santiago.

La situación era tal, que no permitían el paso de nadie, incluso de los familiares del padre de Eudes, Ramón Emilio Maldonado, que se encontraba agonizando en cama de muerte y  falleció días después.
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Sobre el Licenciado Ramón Lora, autor de éste reportaje.-Abogado, Notario, Periodista, Publicista. Fue jefe de redacción en Santiago de los periódicos El Siglo, la Información, El Caribe-CDN-Canal 37 y el Canal 7 Cibao. Asimismo, reportero-redactor de 30 medios de comunicación, escritos y electrónicos; nacionales y extranjeros. Es autor de cuatro libros, que son los siguientes: Leyes que Regulan el Ejercicio del Periodismo en la República Dominicana, Origen y Evolución de la Libertad de Expresión, Diseños y Producción de Periódicos y Anécdotas de Periodistas y Abogados de Santiago.
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