La historia del taxista que ha transportado a la mayoría de los
fallecidos de covid-19 en San Francisco de Macorís
SAN FRANCISCO DE MACORIS, República Dominicana. – Luis Ortíz Polanco, mejor conocido como «Luis Melenita», se ha convertido en el taxista de los cadáveres y no le importa la peligrosidad de cargar los mismos, sobre todo en este momento que la población en sentido general le teme al virus.
Con treinta años desempeñando esas funciones frente al Hospital San Vicente de Paul, hoy manifiesta que le ha tocado llevar a los cementerios de esta ciudad y de otras poblaciones numerosas personas que han sido afectadas por la enfermedad.
Según narra, lo más importante es que en esos momentos difíciles de perder a un ser querido, usted pueda contar con un amigo que sea capaz de darles las manos.
«Yo en este momento del virus me ha tocado trasladar a los cementerios los cadáveres de una gran cantidad de las personas que han fallecidos del virus, pero aunque la gente le tiene miedo yo me cuido permanentemente, primero con Dios y luego uso guantes, mascarillas, y cargo un pote de alcohol para lavarme las manos y evitar el contagio y también desinfectar mi taxi fúnebre’’ explicó.
Para la realización de su humano trabajo cuando muy pocas personas pueden acudir a un velatorio o ir a un cementerio, Luis Ortíz dice sacar de abajo y se pone al servicio de los familiares, coloca los asientos de su taxi, entra el cadáver e inicia el transporte hacia el campo santo con la persona fallecida.
Múltiples historias desgarradoras
Múltiples historias desgarradoras le han tocado vivir cuando se le presenta trasladar el cadáver de una persona fallecida sin ningún familiar.
Pues como humano dice no ser indiferente frente a ese drama de dolor que lo golpea en lo más profundo de ser, ‘’pero, aunque me gano el dinero siento también el dolor ajeno’’.
Los testimonios de la gente que han tenido que acudir a Luis Ortíz para que le traslade el cadáver de algún familiar están a diario en las calles de San Francisco, pues con el tiempo que tiene realizando ese fúnebre oficio ha logrado tener su propia clientela que no piensan en carros fúnebres para llevar a su morada final a los fallecidos.
En ocasiones dice sentirse abrumado al tener que trasladar los cadáveres con tanta frecuencia producto del Covid-19 a los cementerios locales y dijo que ha tenido que llevar fallecidos a poblaciones de Santiago, Samaná, Nagua, entre otras de la región nordeste.
Hasta clínicas privadas usan su servicio
‘’A mí me llaman hasta de las clínicas privadas para que vaya a buscar un muerto, y darle sepultura ya que en algunos casos los familiares no aparecen a retirarlos, usted cree que ha sido fácil tengo 30 años en este trabajo", añadió.
Y agregó que ha pasando todas clases de situaciones, pues, algunos me pagan y otros no, porque lo único que tenían era la persona que falleció, y yo lo único que puedo hacer es ayudarlo en esos momentos difíciles de la vida’’
Describe que el mayor tiempo lo pasa frente al hospital San Vicente de Paúl a la espera de que llegue un cliente para llevarlo algún lugar o que ocurra lo peor, la muerte de alguien, así paso mi vida, ‘’a mí no me importa hora del día o de la noche para servirle a los más necesitados’’
Su principal herramienta es una Station Wagon Toyota, modelo 85, que cuando no hay que cargar un cadáver, brinda los servicios normales de como taxista, vehículo al que mantiene totalmente desinfartado permanentemente, ya que, según expresó, él es el primero que debe de cuidarse.
Siente temor de continuar el servicio ?....
Aunque por el tiempo que lleva realizando el trabajo de conductor de fallecidos, funciones que la hace porque las ambulancias no cargan cadáveres.
Para Melenita realizar el trabajo fúnebre, representa una reflexión sobre el final de la vida y la muerte, ‘’tanto tiene tanto vale’’ aquellos de nombres sonoros y de grandes riquezas no lo necesitan, pero lo más pobres pensaran siempre en el taxista del hospital.
‘’Honrar, acompañar, tocar, escuchar, abrazar y aprehender, pero vivimos rápido, muy rápido, y la inmediatez pone en riesgo la existencia del arte de acompañar, de acompañarnos hasta el final’’, Elizabeth Kübler.
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