La capital dominicana, bendecida desde un
helicóptero en plena cuarentena
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- La capital de la República Dominicana ha sido bendecida este jueves desde los cielos, concretamente desde un helicóptero que ha sobrevolado la ciudad durante una hora y media para consagrar a Dios todos sus rincones y criaturas frente al coronavirus.
Dos sacerdotes castrenses han cumplido esta misión, coordinada entre el Arquidiócesis de Santo Domingo y el Ministerio de Defensa, con la colaboración de la Fuerza Aérea de la República, que ha prestado el helicóptero, así como de la Armada, que ha facilitado el espacio para el despegue y el aterrizaje.
Este acto no se debe percibir como «un show mediático» sino que se trata de «un acto de fe», de confianza en Dios y de esperanza, señaló en varias ocasiones el arzobispo de Santo Domingo, monseñor Francisco Ozoria, al pronunciar unas palabras previas a la salida del aparato desde la Base Naval 27 de Febrero de la capital.
En estos momento «difíciles» a causa del coronavirus «vamos a pedir la bendición de Dios. Pedimos que Dios bendiga nuestro país (…) a cada persona, a los enfermos, a los médicos», señaló el arzobispo antes de dar paso a una breve procesión con el Santísimo Sacramento desde la puerta de la capilla de la Base Naval hasta el helicóptero.
Esta es solo una muestra más de la religiosidad del pueblo dominicano, huérfano de templos en estos días de distanciamiento social. Desde que se decretara el estado de emergencia el 19 de marzo, los creyentes están ávidos de ceremonias, reiterándose los llamados a la oración como arma contra el virus.
Al comienzo de la cuarentena, podía verse en varios sectores de la capital a decenas de fieles reunidos en la calle a rezar poco antes del comienzo del toque de queda, vigente de 5.00 de la tarde a 6.00 de la mañana. Todos de rodillas y con los brazos en cruz, los vecinos se encomendaban al Altísimo para que los liberase de la enfermedad.
La devoción no solo ha generado situaciones peculiares, también ha derivado en comportamientos irresponsables, como el de un peregrino que la semana pasada fue cargando con una cruz desde Villa Altagracia, San Cristóbal (al norte de Santo Domingo), hasta Puerto Plata (costa norte).
Un peregrinaje que realizó por supuesto mandato divino y bajo la promesa de que el COVID-19 quedaría aniquilado cuando este símbolo cristiano flotara en aguas del Atlántico.
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